BIENVENIDA
Paula entró en la sala de reuniones dónde el que hasta ahora había sido su jefe, convocó la reunión con su nuevo equipo de colaboradores y su responsable actual.
Conocía a Raúl desde hacía tiempo, aunque nunca habían trabajado juntos. Tenía referencias suyas a través de comentarios de otros compañeros y amigos comunes, sin embargo y tal como le había sugerido Esther se despojó de todas las creencias e imágenes que se había forjado de él y del equipo.
Tenía una gran oportunidad por delante.
CONOCERLES
La iba a aprovechar esforzándose en dedicar tiempo de calidad a cada uno de sus nuevos colaboradores, poniéndose a su disposición para hacer que su trabajo fuera clave en la consecución de los objetivos que tenían que alcanzar.
El objetivo tenía dos dimensiones: desarrollar a su nuevo equipo de trabajo e influir a su nuevo responsable para que le facilitase el camino, aportándole medios técnicos y humanos para que el desarrollo del proyecto fuera un éxito.
No podía ocultar su inquietud. No sabía qué hacer con sus manos.
Recordó una formación a la que había acudido hacía años en la que le recomendaron que en el momento de enfrentarse a una exposición o presentación en público, debía simular una roca en el mar.
Sonrió para sí recordando los comentarios que habían surgido tras esa sesión.
Discutieron el poder de la roca en el mar, claro que sí. Surgieron preguntas relacionadas con la incompatibilidad de una roca con cercanía y empatía.
Estaba claro que una roca sirve para agarrarnos, anclarnos, resguardarnos…, sin embargo la roca no conecta.
Sumida en sus pensamientos, notó una leve presión en el brazo derecho. Se giró y vió cómo Raúl le hacía un gesto que le animaba a presentarse al equipo.
Fue en ese momento en el que entendió de verdad cómo una roca puede generar una conexión.
Con paso firme y seguro se dirigió a un extremo de la sala y se dispuso a presentarse a su nuevo equipo y al resto de compañeros.
Como todos la conocían omitió detalles referentes a sus estudios y desarrollo profesional. Se enfocó en ella, en lo que le gustaba, con lo que disfrutaba, en lo que se le pasaban las horas muertas, en definitiva, lo que le apasionaba.
Habló de ella, de Paula como persona, con sus virtudes y defectos. De lo que hacía especialmente bien y de aquello para lo que necesitaba ayuda. De sus éxitos y sus fracasos.
Acabó su presentación exponiendo lo que el equipo podía esperar de ella. Era muy consciente que si lo dejaba claro desde el primer momento, evitaría muchos malos entendidos.
Sinceridad y autenticidad la habían caracterizado siempre y en este preciso momento aún más. Junto con la humildad, serían los tres vértices del triángulo que marcaría su comportamiento en este nuevo reto.
Después de un turno de preguntas que respondió con naturalidad, Paula concluyó la reunión despidiéndose individualmente de cada uno de sus nuevos colaboradores avanzándoles que en los próximos días mantendrían reuniones individuales para intercambiar ideas sobre el proyecto y establecer todas aquellas acciones necesarias para lograr resultados mejores de los esperados.
Paula se despidió también de Raúl quien le ofreció todo su apoyo con el equipo, proyecto y clientes.
Ésta le dio las gracias comprometiéndose a compartir impresiones pasadas unas semanas.
El día había trascurrido rápido y casi era la hora de salir, así que se atrevió a poner un mensaje a Esther para invitarla a un café si no tenía otros planes y comentar cómo había transcurrido la reunión y hacerle partícipe de sus planes.
Esther, que había liberado su agenda, consciente de que Paula después de la reunión querría hablar, contestó inmediatamente a Paula con la hora y ubicación del encuentro.
Era el momento de trabajar con Paula las implicaciones de una buena gestión emocional.
En el momento en que cada una tuvo su café, Esther sacó ese cuaderno que siempre llevaba en el bolso y empezó a garabatear:
EMOCIONES
DIRECCIÓN POSITIVA
MOTIVACIÓN
COMPROMISO
PASIÓN
RESULTADOS
Paula con los ojos muy abiertos y sabiendo que estaba atendiendo a una lección magistral le pidió a Esther que desarrollase los conceptos que había escrito en esa libreta que había usado en las distintas mentorías y de las que tanto había disfrutado.
-“Las emociones influyen mucho”- apuntó Esther. “Si como líder las encauzas en una dirección positiva, movilizarás lo mejor de tus colaboradores. Resonarás en tu equipo y cada uno de ellos trabajará con entusiasmo para conseguir los objetivos comunes que habéis propuesto.
Tendrás un equipo motivado y comprometido que trasmite positividad y colaboración, compartiendo la pasión por lo que hacen, inspirando credibilidad y confianza.
En cambio, si orientas las emociones en una dirección negativa, generarás disonancia, disminuyendo la motivación y el compromiso del equipo.
Cómo líder, desde la empatía tienes que ser capaz de elevar el nivel de motivación de tus colaboradores y guiar sus pasos hacia un objetivo mayor que trascienda a de la propia compañía. Debes centrarte en buscar el equilibrio entre las necesidades de los grupos de interés (proveedores, clientes, trabajadores, inversores) y los objetivos de negocio, apostando por la transparencia y con un comportamiento ético que evite conflictos y crisis, alineado con el propósito corporativo y diferenciándote del resto”.
-“Creo que sé lo que viene a continuación”-dijo Paula
-“Tú dirás”-le animó Esther.
-“Si quiero ser un buen líder debo rodearme de los mejores, incluso que sean mejor que yo. Debo esforzarme en sacar lo mejor de cada uno, haciéndoles crecer y consiguiendo así que el equipo en su conjunto empuje más que cada uno individualmente”-concluyó Paula
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